Se preguntó hasta dónde la llevaría, hasta que se cansó de preguntárselo y lo siguió.
Todas las noches se dormía convencida que no iba a funcionar pero algo, bien adentro, le gritaba que las casualidades no existen, que si se volvieron a encontrar era para no soltarse nunca más. Tal vez, y sólo tal vez, era que ahora tenía que pasar. Después de tantos años, quién sabe...
Siguieron, se hablaron, pasaron noches enteras en vela imaginado nuevos destinos que recorrer, compartiendo ideas locas, riendo, acompañándose. Se descubrieron hasta el hartazgo, hasta que al fin, pasó.
La invitó a bailar y ella aceptó.
Y de repente, él la besó. Y sabía a alcohol. Y le gustó.