¿ARRANCA?

- ¿Están seguros de que no quieren ir en bondi?. No creo que lleguemos así. - casi supliqué mirando con lástima el viejo Volkswagen azul.

El auto lanzaba ruidos raros y las ruedas rebotaban más de lo que deberían sobre la calle sin asfaltar. Olía a quemado y todo hacía parecer que iba a ser un viaje fatal. Sin embargo, nos subimos gustosos. Rápido, sin quejarnos y emprendimos viaje. Queríamos llegar, aunque no sabíamos bien a dónde. 
Durante toda esa noche, no pude parar de reír ni un segundo. Hasta ese día, pensaba que eso de que te doliera la panza de tanta risa era puro verso, pero resultó que no, que solamente era yo, que no estaba acostumbrada a reír.

Hacia frío, lo recuerdo. Yo temblaba y, entonces, él me abrazó. Sentí esa calidez extraña que no sentía hacía más de cinco años, cuando todavía nos conocíamos, cuando todavía sabíamos quien era la persona que teníamos al lado. Fue así, de golpe, que volví a sentirme como en casa. Sentí que nunca había dejado de quererme y le creí que había estado extrañándome, casi tanto como yo a él. 
Era tan lindo disfrutar, aunque sea sólo por esa noche, de una amistad robada, como quien mira de reojo ese vestido en la vidriera que sabe que no puede comprar. Fui parte de uno de esos momentos mágicos, instantes diría, que pensé que sólo ocurrían en las películas. Instantes fugaces, en el que todos se miran a los ojos y saben decirse que todo está bien y que todo seguirá estándolo.

Me dolía un poco la cabeza y ya empezaba sentir esa confusión que ataca tras los primeros vasos. Pero todo estaba bien. Ese era el momento que quería que nos siguiera pasando. Fuimos perdiendo pedazos del auto en el camino, pero no dejamos nunca de avanzar.

Mientras le daba el último sorbo a la botella de vodka, S murmuró algo que casi no alcancé a escuchar. Sé, que si se lo pregunto hoy, él no va a recordar que lo dijo, pero así fue. Estábamos solos, o eso nos parecía, cuando suspiro:


- No te extrañe tanto como para que te vuelvas a ir.

Lo dijo sin mirarme, por lo tímido que es. Fue lindo, mejor aún, fue perfecto. Pero no romántico. Era, más bien, como la caricia de un padre en ese momento justo en el que una anda perdida y no sabe cómo volver a andar.

Volví a casa, esa madrugada, con una sensación rara en el pecho y, me puse a escribir. Compulsiva, frenéticamente. Tenía miedo de olvidar algún detalle y ya no poder revivirlo en mi mente nunca más. 
En un pedacito de papel me escribí un recordatorio, un ayuda memoria:


A veces, es lindo volver a ver a los viejos conocidos.  Desprenderse de imágenes pasadas,  abrazar a un amigo, prometerse a una misma que, esta vez, no lo vas a dejar ir...

Y lo prometo. Lo prometo con todas mis fuerzas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario