A VECES SIENTO FRÍO...


Dos extraños se encontraron en la noche oscura y fría, y caminaron. Caminaron sin dirección, sin apuro. Hablaron del viaje, de ese viaje que es la vida. Se emocionaron, rieron, discutieron, se recordaron.

Hubo un tiempo, en el que ni siquiera se atrevieron a mirarse, y les dolía. Les dolía, pero aún así, permanecían alejados.Pero esa noche algo cambió. No supieron bien como pasó, pero de pronto volvieron a mirarse. 


Era ya tarde y seguía haciendo frío. Alguien apagó las luces pero eso no los incomodó. Alguien subió el volumen de la música pero eso no los distrajo. Querían estar ahí y no irse jamás. Porque mientras estuvieran ahí, el tiempo se congelaba, y no importaba, realmente, sí afuera pasaban los colectivos haciendo ruido, o si las luces del semáforo cambiaban eternamente, aunque ningún auto se detuviera ya a mirarlas. No importaba que fueran una, dos o tres horas las que pasaran hablando. Para ellos, sólo tenía sentido, el estar ahí. Todo era tan perfecto.

Entre tantas palabras que iban y venían, de repente, se dieron cuenta de algo. Comprendieron, súbitamente, que aquello que soñaron jamás ocurriría. Simplemente no podía ser. Sintieron miedo, mucho miedo. Miedo al que dirán.“Qué dirán si sueño, qué dirán si hablo, qué dirán si sólo por hoy decido hacer lo que me plazca, qué dirán si la beso.”

Y entonces, los extraños enmudecieron. Se saludaron fríamente con un beso en la mejilla y partieron, cada uno por su lado. Que irónica era la vida, que tan sólo hacía un instante les había regalado esa mágica cercanía y ahora, los dejaba cruelmente vacíos.

Si buscan un final, pues no lo tengo. Aunque, algunos dicen que el miedo les había ganado otra vez…

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