DEJARLO ESTAR


Vos y yo, seríamos lo opuesto a perfecto. Seríamos poco convencionales, romperíamos todos los moldes. Porque, la verdad, realmente nunca creí en los cuentos de hadas y, si lo hiciera, ni tu barba ni tus ideas, darían con el target de príncipe azul. 

Algunas veces me olvido lo mucho que me gusta imaginar. Me lo tengo prohibido porque una sobredosis puede ser letal. Pero, si me preguntas qué pienso ahora, justo en este instante, te diría que pienso en risas. Definitivamente nuestro primer beso sabría a risa. Un beso apurado, húmedo, incomodo, sí, pero infinitamente gracioso. Yo sé, que los dos sospechamos que besarnos tendría un extraño sabor a tiempo perdido. Un poco como darse cuenta que pudimos haberlo tenido antes de no haber sido tan cobardes.


Nos imagino en algún rinconcito de un bar o abajo de un árbol quizá, en algún verano ventoso. Creo que charlaríamos sobre lo lindo de estar vivos, sobre las energías del universo. Con una cerveza en mano, incluso, contaríamos estrellas, si no pensáramos que es demasiado cliché. Así que preferiríamos, simplemente, emborracharnos y filosofar.

Me decís que no tengo que hacerle caso al miedo, mientras yo no puedo dejar de pensar en que la sola idea de estar ahí con vos, me hace temblar. Me endulzás los oídos hablándome de libros. Que lea un tal hombre que vive al otro lado del charco, que me va a saber decir que, al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. Y yo te escucho, no puedo dejar de escucharte.

Así que sí, si me imaginé como sería. Cientos de noches imperfectas como esa. 
Pero, justo cuando estaba por creérmelo, justo cuando empezaba a acostumbrarme a que estuvieras, te empezaste a ir de nuevo. Fuero tantas, que ya perdí la cuenta de cuántas veces te fuiste y, cuántas veces ni siquiera viniste. 

Tal vez, tendría que dejarme de joder, tirar la toalla y dejarlo estar. No sé.

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